La época dorada de Cádiz en el siglo XVIII, gracias al monopolio del comercio americano, requirió un ambiente adecuado para las celebraciones litúrgicas que la antigua Catedral de Santa Cruz, a pesar de su venerable antigüedad, ya no podía ofrecer. Así fue como, con el apoyo económico de los cargadores de Indias, se inició la construcción de una grandiosa obra arquitectónica, proyectada por Vicente Acero en 1722.